Este hecho sucedió en 1907 mientras transcurría el periodo presidencial de Pedro Montt. Dejó miles de muertos en la escuela Santa María de Iquique.
Los obreros de las oficinas salitreras de la región norte de Tarapacá pararon todas sus actividades en las faenas, tras el deseo de conseguir mejoras en sus condiciones de vida y laborales, que eran deplorables. Entre sus peticiones estaba la eliminación del pago con fichas, jornales a tipo de cambio fijo, balanzas para los pesos y medidas para las pulperías, escuelas para los obreros, indemnización y desahucio, entre otras peticiones.
El 10 de diciembre de 1907 los huelguistas paralizan las actividades de la salitrera "San Lorenzo" y se ampliaba a otras de "Alto San Antonio" iniciando la "Huelga de los 18 peniques". Este nombre se debe a que los jornaleros pedían el pago de salarios a este tipo de cambio. La numerosa columna de huelguistas de Alto San Antonio llegaron a Iquique portando banderas de Chile, Perú, Bolivia y Argentina, alojándose en el hipódromo de este puerto.[1]
A este movimiento se sumaron otras oficinas salitreras, entrando en huelga también casi todo el comercio e industria del norte del país.
Más trabajadores en paro viajaron a la ciudad de Iquique, llegando el 16 de diciembre. Seis mil de los huelguistas acamparon en la escuela Santa María. A medida que avanzaba la huelga, más y más pamperos se unían a ella, llegándose a estimar que para el 21 de diciembre eran cerca de 10.000 (algunos incluso estiman 14.000). A los pocos días de haber llegado, este gran conglomerado de trabajadores estaba reunido en la plaza Manuel Montt y en el establecimiento de la Escuela Santa María, pidiendo al gobierno que actuara de mediador con los patrones de las firmas salitreras extranjeras (ingleses) para solucionar sus demandas. Lamentablemente los patrones se negaban a negociar debido a que los obreros aun no reanudaban sus actividades.
Luego llegan órdenes de Santiago para que los manifestantes abandonaran la ciudad y regresaran a las salitreras. Los manifestantes se rehusaron, pues intuían que si regresaban a sus labores, sus peticiones serían ignoradas. El 21 de diciembre, el general Roberto Silva Renard, máxima autoridad militar de Tarapacá, actuó sobre la escuela Santa María con soldados del regimiento O’Higgins y el apoyo de las ametralladoras del crucero Esmeralda.
Frente a la creciente tensión que había ya entre los grupos, el 20 de diciembre de 1907 los dirigentes efectuaron una reunión con el intendente Carlos Eastman Quiroga. Mientras la reunión se efectuaba en la oficina salitrera Buenaventura, un grupo de obreros con sus familias trataron de abandonar el lugar y fueron acribillados en la línea férrea. Como resultado de esta acción 6 obreros murieron y los demás terminaron heridos.
El 21 de diciembre de 1907 se efectuaron los funerales de los obreros, e inmediatamente despues de concluir las ceremonias se les ordenó a todos los trabajadores que abandonaran las dependencias de la escuela y sus alrededores y se trasladaran a las casuchas del Club Hípico (Hipódromo). Los obreros se negaron a ir, temiendo ser cañoneados por los barcos que apuntaban el camino que deberían recorrer hacia el Club Hípico.
Así pasaron varios días de negociaciones sin ningún resultado, ya que los dueños de las salitreras decían que solo negociarían cuando estos volvieran a sus labores. Por otro lado los trabajadores decían que si aceptaban este trato, sus peticiones serian ignoradas y sus condiciones de vida serian las mismas.
Tras la negativa, las autoridades declararon el Estado de Sitio y las libertades constitucionales fueron suspendidas gracias a un decreto del intendente que se hizo publicar en la prensa escrita.
El General Roberto Silva Renard junto al Coronel Ledesma tenían la misión de desalojar a los trabajadores en huelga. Se señaló a los dirigentes del comité de trabajadores que si no salían del edificio abrirían fuego contra ellos. Ante la negativa de éstos, el jefe militar ordenó a los soldados disparar. La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y ésta repitió el fuego al que se le añadió el de las metralletas. Producto de esta acción murieron 195 personas y quedaron 390 heridos, según datos de Nicolás Palacios, testigo de la matanza. Otras fuentes contabilizan 3600 muertes.
Los sobrevivientes de la matanza posteriormente fueron llevados literalmente a sablazos hasta el local del Club Hípico, y desde allí a la pampa (zona desértica del norte de Chile, comprendida entre las regiones de Tarapacá y Antofagasta), donde se les impuso un régimen de terror.
El impacto social que produjo este acontecimiento obligó al gobierno de la época a dictar leyes sociales para comenzar a mejorar las condiciones laborales de los obreros.
El Gral. Silva Renard solo ejecutó la orden de desalojo, pero el que dio la orden de disparar fue el Ministro del Interior Rafael Segundo Sotomayor Gaete. De las víctimas fatales, cerca del 60% eran peruanos y bolivianos.
Las consecuencias de este hecho son claras. Las cifras de heridos y muertos no son menores, y de la forma en la que fueron muertos fue espantosa. Se puede sacar en limpio que desde ese momento se reformaría la forma de trabajo en las salitreras, ya que se promulgaron leyes que beneficiaron y mejoraron la calidad de vida de los obreros de las salitreras.
Esta huelga tiene trascendencia histórica porque marcó el fin de la niñez política de los trabajadores chilenos: habría que luchar organizada y sindicalizadamente para lograr sus objetivos. katherina
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